Juana Andueza de Oriol (24/06/1837 – 19/10/1920)

Hoy comenzaremos a recorrer la ruta de la memoria que transita la huella que dejó impresa una mujer.
Una mujer que le dio sentido a su tiempo. Fue capaz de crear solidaridades con un claro sentido de las prioridades y de lo esencial para la sociedad de su época. Avizoró, se anticipó a los que vendrían después con cierto sentido de plenitud vital; no de la vida aislada sino de la existencia solidaria en el sentido más amplio del término.
Nunca se doblegó, sino que diseñó, contornó su destino convirtiéndolo en una fantástica misión. Se llamaba Juana Andueza de Oriol.

Nació en Montevideo un 24 de junio de 1837 (fecha de la festividad de San Juan), en la Villa de La Unión o de La Restauración.
Era casada con Baudilio Oriol con el cual tuvo 3 hijos.

Se radicó en Rivera desde 1876 a raíz de la enfermedad de Juan José que fallece al poco tiempo.
En adelante se convertirá en la “Madre de los Pobres”. Volcará todo su amor y dedicación para asistir a los heridos y a los afligidos. Su figura presidió durante décadas el espíritu de desprendimiento asistiendo a enfermos y menesterosos.
Cuando arribó a nuestra ciudad no existían servicios de la Cruz Roja; tampoco la que se llamó Liga Uruguaya contra la Tuberculosis y ningún Hospital. Con espíritu emprendedor fundó la Sala de Primeros Auxilios para enfermos y menesterosos en la calle Ituzaingó esq. Monseñor Vera.
Enfrentó con valentía y generosidad la epidemia de viruela que se extendió por toda la ciudad. Cuando las guerras sacudieron nuestra región, concurrió a los campos de batalla para atender heridos y darle asistencia a los moribundos. Habiendo sufrido la triste experiencia de los problemas sanitarios de su tiempo, buscará con enorme esfuerzo superar la situación de entonces.
Soño con levantar un Hospital para Rivera. Organizó un grupo de damas con las cuales creó la Comisión de Beneficencia que impulsó una serie de iniciativas. El 30 de noviembre de 1891, obtendrá la donación de un amplio predio en el Cerro del Telégrafo (hoy Marconi), con el apoyo de algunos círculos de gobierno.
Se designará un arquitecto para la confección de los planos y conducción de los trabajos, movilizando a todas las fuerzas vivas del departamento buscando apoyo y recursos.
Inmersa en esta cruzada recorrió la campaña solicitando la comprensión y colaboración de los hacendados sin que le importara las inclemencias del tiempo ni las dificultades creadas por la ausencia de caminos y puentes.

 

En setiembre de 1899 se comenzaron a levantar las paredes bajo la dirección del Arq. Llambías. Lamentablemente se dieron una serie de problemas que obligaron a repensar el proyecto.
La Junta Económico Administrativa y la Prensa de entonces, apoyaban la construcción de un puente sobre el arroyo Cuñapirú, que comunicaba con Santa Isabel y la salida de la producción del área; la Sociedad de Beneficencia, pretendía la construcción del Hospital.
La dificultad para obtener agua de la perforación del pozo efectuado en el lugar y lo complicado de la accesibilidad del predio actuaron en contra para continuar la obra. Los dineros existentes se volvieron así para la construcción del puente.
Estableció entonces una Sala de Primeros Auxilios en Rivera Chico junto a médicos de la época.
Obtuvo una donación de un amplio terreno donde se instalaría también el actual Cementerio Central, de parte de su propietario el Sr. Giménez de Aréchaga. Se construyó rápidamente el portón de hierro de acceso al mismo. El herrero encargado de la ejecución fue Don Paulino García.
En poco tiempo el cementerio constituyó una realidad desestimándose el uso del anterior que estaba emplazado en un terreno anegadizo.

Los doctores Gabriel Anollés y Máximo Armand Ugón contaron siempre con su apoyo.
En el campo de batalla de Masoller, la vieron como un Ángel, llevándole consuelo a los heridos.
Creó la Comisión de la Gota de Leche, donde se alimentaba a los niños dejando una imagen imperecedera.
Entre 1914 – 1915, trajo tres Hermanas de la Caridad e instalaron el 1er Colegio Católico en una casona ubicada en Av. Sarandí, sucesivamente estuvieron en calle Ceballos, en Livramento y por último en calle Monseñor Vera.

Falleció el 19 de octubre de 1920. Ese día se refirieron a la entrega de su vida el Esc. Aurelio Carámbula y el Esc. Fernando Segarra.
Se dispuso entre otros homenajes que una calle céntrica llevara su nombre.
El 8 de mayo de 1931 se concreta el mismo y una importante vía de tránsito se denominará Juana de Oriol.

La Sala de Mujeres del Hospital Departamental llevará su nombre.
Se hablaba de un busto emplazado en el predio pero hoy no se sabe cual ha sido su destino.
El 28 de setiembre de 1944, el Dr. Miguel Aguerre Aristegui dispuso un postrer reconocimiento colocando en el Panteón Policial una urna de mármol que guarda sus restos junto a los de su hijo.

Juana de Oriol fue una referente de su tiempo. Muchas mujeres lucharon y se unieron para cambiar el mundo respecto a los conceptos de la cuestión social y de la cuestión femenina.
Ella no se encuadró dentro de este proceso, pero sí en el que comprende a las mujeres que se convirtieron en verdaderas heroínas.
Rompieron con los roles tradicionales asignados a una mujer y se atrevieron a imponer su participación en las realidades que querían cambiar.
Fueron sus contemporáneas: Florence Nightingale en Inglaterra, distinguida con la Orden del Mérito en 1907 por la Corona Británica, fue fundadora reconocida de la profesión de enfermera.
También Ana Packer de Davison, humanista que nació en Inglaterra a mediados del siglo XIX y vivió en Minas de Corrales a partir de 1882.
Su vida es símbolo de solidaridad y abnegación.
Juana fue una mujer comprometida con sus creencias y con su capacidad para cambiar lo que creía justo cambiar. Buscó despertar en la población la capacidad de construir, asistir, consolar, dar y recibir.
A cien años de su fallecimiento reconocemos también en ella a todas las mujeres que la acompañaron en acciones tan decisivas.
Las ruinas del sueño por el cual tanto luchó permanecen erguidas, intactas, demostrando todavía su vitalidad.

Rivera le rinde homenaje a la mujer visionaria, sembradora de esperanzas, que hizo de su vida una verdadera Misión.

Prof. Alma Galup Migliarini
Intendente de Rivera